puedes ver que estoy temblando, pero lo quepuedes ver es lo mucho esta experiencia cde fg me ah exitado. bajo el confinamiento del sujetador.que mi temblor se debe a la adrenalina provocado por lo que acaba de acontecer ante tus ojos tanto la humillación.
lo mucho que me estimula. que me llena de una manera que no se explicar. que lo odio pero al mismo tiempo me encanta. lo anheló no puede ver nada de eso
solo puedes ver a una mujer temblorosa que se aleja con las rodillas sucias y paso tambaleant. esta es mi historia ante todo quiero dejar claro que no soy una pervertida. bueno no mas al resto de la gente. si vinieras a mi casa te sorprederias mas las pilas de los platos por fregar.
sobre todo por que el coste de vivir en la ciudad es tan elevand que me siento afortunada de a ver encontrado un piso con sala y se ajustara a mi presupuesto
sencillamente soy, los momentos en que el impulsó me domina y tengo alguien de confianza con quien jugaruna sumisa. Aunque si me conocieras no lo dirías. Es solo una faceta más de mi personalidad, uno los muchos elementos que conforman mi carácter y que convive con mi pasión por las fresas, mi compulsión a seguir discutiendo obstinadamente sobre algo incluso cuando sé que estoy equivocada, y mi tendencia a desdeñar del noventa y nueve por ciento de los programas de televisión y obsesionarme con el uno por ciento restante hasta un punto que me asusta incluso a mí.
Ejerzo de periodista en un periódico regional. Me encanta mi profesión, y —aunque en realidad no debería ser necesario decirlo— ser sumisa no afecta a mi trabajo. Francamente, si lo hiciera me tendrían todo el día preparando té y reportajes sobre la semana del libro en las escuelas de primara, lo cual es incluso peor que la muerte. Además, las salas de redacción son auténticos mataderos, un mundo de hienas donde has de estar dispuesta a devolver los golpes. Yo lo estoy
Mi primer romance de juventud se apagó cuando llegó el momento de ir a la universidad y nos marchamos cada uno a una punta diferente del país. Al principio nos añorábamos pero, como les ocurre a todos los estudiantes de primer año, pronto quedamos atrapados en la vida académica y las diversiones extracurriculares que esta ofrecía.
Había visto a Ryan por primera vez en la biblioteca, durante mi tercer año de universidad. Su rincón predilecto para sentarse a estudiar estaba justo delante del mío, lo que hace que ambos parezcamos más aplicados de lo que lo éramos en realidad. Nos saludábamos con un ademán de cabeza y en un momento dado incluso pasamos al nivel de «¿Te importaría vigilarme las cosas mientras corro al lavabo?», aunque yo seguía llevándome el bolso. No suelo dejarme impresionar por una cara guapa